El DÍA QUE ME ENAMORÉ DE LA BICICLETA

#Quedateencasa

POR : José David Cortés Ortega

Siempre tuve la certidumbre que tenía que saltar el inmenso muro que existía frente a mí; un muro de pobreza y limitación. Fuera de tantas preocupaciones, pensé que nada de eso podía ser perenne, no es posible que tantas circunstancias implacables fueran el día a día de mi vida. Por esos días adversos sentí que la falta de oportunidades no era excusa para alcanzar mis más profundos anhelos, entonces había necesidad de volar.
Un día, exactamente una tarde de domingo, me fui solo hasta la terminal de buses y tomé con escaso dinero un tiquete directo a Bogotá. Podía más la ilusión que la incertidumbre de partir de la nada. Cruzar y conocer mil kilómetros entre montañas y llanuras era el premio a la osadía de partir de mi ciudad, todo era inmenso y lleno de paisajes hermosos, me sentía como un cóndor atravesando los Andes, y mucho menos pensaba cuál sería el destino a acampar, solo salí y a mi mente llego la idea ferviente de ¡no regresare por ahora!

Después de años de adaptarme en la ciudad hubo la necesidad de emigrar nuevamente, existían otros muros, pero ya habíamos aprendido a volar. Después de tanto desear e insistir de ir a Europa, no puedo olvidar el nombre de la señora de Colcultura Carmen Perini. Recuerdo exactamente que al entrar a su oficina con una disparada ráfaga de palabras, le conté que con mi grupo de teatro estábamos invitados a representar a Colombia en Helsinki en un festival de teatro, recuerdo su aprecio, atención y comprensión. En medio de mi discurso ella me preguntó – ¿cuántos son del grupo?, le afirmé que éramos 4 actores y me dijo tajantemente: -bueno cuenta con dos tiquetes-.

Así llegue a Europa, después de pasar el aeropuerto de Barajas, España, Paris, Frankfurt y finalmente Ámsterdam que era mi primer destino. Existía un pánico absoluto, la cultura, la escasez de dinero y el idioma, nadie habla español, solo unos colombianos que efectivamente están haciendo unas travesuras con el teléfono para llamar a Colombia, decidí no aceptar la recomendación de llegar a la ciudad a través del tren, aunque fuera más económico que un taxi. Por seguridad y con las maletas grandes que tenía me decidí por un taxi: ¡60 dólares! exclamé hacia adentro de mí. Los chicos tenían razón el tren tan solo costaría menos de 2 dólares.

Eran las 9 de la noche y para mis ojos era el espectáculo más extraño que había vivido en toda mi vida, ver un sol tan inclemente a esa hora de la noche, y además una cantidad de bicicletas que rodaban por toda la ciudad, mujeres, hombres y niños pasaban con una plenitud de tranquilidad transportándose de un lugar a otro, finalmente todo era un orden autocontrolado por las mismas personas.Muy pocos autos y el taxi que me lleva al centro de la ciudad están habilitados para rodar por el centro de la vía donde solo circula el tranvía, buses y taxis ocupados y en las vías paralelas podían circular las andanadas de bicicletas. Fui a Europa con la ilusión de estudiar teatro y me aproximé a la escuela de arte de Utrecht, para resumir mi experiencia fue algo asombroso porque pasé de estudiante a ser profesor de teatro para un programa vacacional con jóvenes de varios países. El profesor internacional invitado nunca llegó y me dijeron si podría hacer un curso de verano para 20 estudiantes, ante la escasez de dinero que tenía vi la posibilidad e hice una oferta sobre un taller sobre teatro latinoamericano: la Cándida Eréndira y su abuela desalmada autoría de Gabriel García Márquez. Atine en la oferta y cayó con agradable sorpresa para la comunidad educativa.

Conocí a Gabi y Federik dos niñas alemanas que se inscribieron al programa internacional. Sentí una admiración de ellas hacia mí por el manejo como se desenvolvían el taller y el conocimiento de enganchar al juego teatral a todos los estudiantes, quienes trenzaban sus habilidades actorales con las musicales. Gabi una mujer bella, esbelta y de mediana estatura era realmente encantadora, empezamos a conversar todas las noches y preparamos comida en su apartamento, pero había un cumplimiento exacto de la agenda y casi terminaba a las 2:00 de la madrugada y tenía q salir a tomar el tren que me llevara de Utrecht a Ámsterdam.

Después de una larga jornada del montaje final de la Cándida Eréndira, Federik me invitó a una cerveza, ella una mujer agraciada de cabellos rubios y ojos verdes encendidos de una gracia irreverente, se complementaba con sus hermosos labios formando una sonrisa juvenil, era imposible negarse a esa invitación. Finalmente, después de discusiones teatrales en algún momento me quede solo con Federik solo recuerdo que termine envuelto en un beso mágico para después sentir la brisa helada cuando iba en la parrilla de la bicicleta que con facilidad maniobraba Federik, pasamos varias calles recorriendo Utrecht hasta que llegamos a un apartamento del encanto de Frederik, esa noche creo que me enamore de una bicicleta tirada por mi amiga y alcance a tocar el cielo esa noche. Así comprendí la importancia de la bici para los holandeses, la adoran tanto como a un gato o a una mascota, entendí el afecto de alegría y los innumerables problemas que resolvía el tener la bicicleta.

Al día siguiente comenzamos las clases de nuevo, Gabi muy capciosa me preguntó que hice y no pude mentir, así que le dije -pasé la noche con Frederik, solo hizo una sonrisa y me dijo lo imaginé. Ese encuentro con la bicicleta fue la clave para encontrar el subtexto de lo que quería la propuesta escénica de la Eréndira, coloqué a más de 5 actores a jugar con las bicicletas y después de entrenamientos y aprendizajes le dimos personificación a la bici en el escenario. Finalmente, el día de la presentación de la obra ante el público el éxito de la noche la protagonizó el juego lúdico de la bicicleta con el actor central de la obra.

Esa noche me quedé con Gabi, no tuve que salir de madrugada, en la mañana me invito a caminar por un canal con paisajes de gaviotas cantando y no la volví a ver más. Frederik llegó una tarde a la estación de Ámsterdam y se despidió. Me contó que continuaba con su novio a pesar de enterarse de su relación conmigo, solo le dijo bueno no fue un tiempo perdido algo te enseñó el latinoamericano… nos dimos un abrazo y retornó a su ciudad ¡Berlín!

JOSE DAVID CORTES ORTEGA

Consultor senior

Comunicador Social, urbanista.

Ejecutivo, creativo y asesor para el desarrollo de estrategias, proyectos ambientales, urbanos y de movilidad  y seguridad vial.

  Hoja de vida Jose David Cortés 

 

Jorge Elías Guebely Ortega

Nació en Barranquilla. Fue profesor de literatura en la Universidad Surcolombiana de Neiva. Estudió en la Escuela Normal de Barranquilla, en la Universidad Libre de Bogotá, en el Instituto Caro y Cuervo y en La Sorbona donde se doctoró en Literatura Latinoamericana.

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